Fahrenheit 451
Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde
Si os dan papel pautado,
escribid por el otro lado.
Juan Ramón Jiménez
Sorprende el inicio de esta película, Fahrenheit 451 (Fahrenheit 451; François Truffaut, 1966), donde los títulos de crédito no están escritos sino comentados, y a la vez nos acercan con la cámara a unas antenas de televisión con un efecto zoom y unos colores imposibles. Un Gran Hermano escuchando y viéndonos.
En la primera escena, unos bomberos se preparan para un servicio en un camión rojo que parece de juguete. Son unos siete minutos de película en los que no se habla, impera el sonido de la sirena, la música de Bernard Hermann, interrumpida brevemente por un aviso de peligro y el sonido del fuego. Con efectos de cámara rápida, planos en tres partes y la técnica del reverse motion, se nos presenta un mundo donde los bomberos no apagan fuegos, son ellos los que ceremoniosamente queman los libros (recordándonos a las quemas nazis) y persiguen a quienes los tienen.
Para Truffaut, el director, esta es su primera película en color y, por primera y única vez, rodada en inglés. Es una adaptación de la distopía del mismo título de Ray Bradbury. Contó con intérpretes como Julie Christie, realizando un doble papel de mujer alienada y muchacha alocada que despierta al protagonista, Montag, interpretado por Oskar Werner.
Dentro de este marco de ciencia ficción dibujado con un estilo frío y minimalista, ¿qué nos muestra Truffaut? Creo que el mensaje está claro: la importancia del libro, lo que representa la palabra escrita, el valor social que tiene y, sobre todo, su poder para el estado, que siente la necesidad de prohibirlos para poder controlar lo que las personas deben creer y opinar. Los libros, por tanto, son subversivos. Es un reflejo de un estado totalitario que tiene miedo y considera asociales a aquellos que leen. Su propaganda es: “La gente lee y se siente infeliz con su propia vida. Le provoca querer vivir de formas que nunca podrían ser en la realidad”; tal como le dice el capitán de los bomberos a Montag, solo les hace infelices y engreídos.
Frente a ello, crean en la sociedad una falsa sensación de felicidad ajena a la guerra que se aproxima, a través de la idiotización de la sociedad como estrategia de dominación, utilizando la televisión y la “Familia”. Los personajes de estos programas terminan siendo más cercanos que cualquier otro. Esta situación la podríamos ver reflejada actualmente en programas como Sálvame o Gran Hermano, donde conocemos más de las personas que aparecen en esos programas que de la gente que tenemos a nuestro alrededor. Estas ideas ponen de actualidad la reflexión acerca del desinterés por la lectura de libros en los jóvenes y no tan jóvenes, y su rechazo o falta de atracción por los libros. Es decir, no hay necesidad de prohibir, ni de quemar ni de perseguir a quien lee, pues la sociedad ya va por ese camino.
¿Y cómo se lleva a cabo este mensaje? Vemos una película que tiene claras influencias formales de Vértigo (De entre los muertos) (Vertigo; Alfred Hitchcock, 1958), con el doble papel de Julie Christie, la música de Bernard Herman -compositor habitual de Hitchcock-, los encuadres o la utilización del color, por ejemplo el rojo, que está siempre presente como forma de homenajear al fuego.
En Fahrenheit 451 son las ideas las que protagonizan la narración. No hay casi diálogos, es más bien la exposición de ideas que se van confrontando en dos discursos. Los argumentos se van declarando a lo largo de la película sin discusión, dejando la semilla que se enraizará y crecerá hasta el desenvolvimiento de la narración. Las elecciones de Truffaut nos llevan a un mundo futuro muy cercano al nuestro, donde prima la sensación de frialdad, sobre todo en el protagonista, Montag. Donde prima el mensaje, que queda trasnochado bajo el modernismo estético propio de los años 60, y una elección de un mensaje esperanzador en un futuro donde el hombre, como el Ave Fénix, volverá a resurgir.
Crítica elaborada per Victoria Ortiz de la Biblioteca Armand Cardona Torrandell (Vilanova i la Geltrú) en el marc del projecte Escriure de cinema






